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Muchas veces, a la hora de pedir un crédito, se nos requerirá disponer de un aval. Y no sólo para préstamos: comprar un coche, una casa, e incluso alquilar un piso. La figura del avalista es bastante antigua, pero para muchos sigue siendo un desconocido. Para tener una buena educación financiera, necesitaremos conocer al detalle esta figura, cuándo es necesaria, qué supone tenerlo y cuándo la necesitamos realmente.
Definiciones
Para la mayoría, un avalista es una persona que asumirá la deuda que contraemos en caso de nuestra falta de solvencia. Si bien esto es en parte cierto, no siempre un avalista es una persona jurídica. El aval en sí es la garantía que esa persona, el avalista, presenta a la financiera o entidad con la que contraemos la deuda.
Por tanto, cuando hablamos de esto, hablamos de la garantía que se ofrece en caso de que no podamos abonar la deuda, y avalista es la persona que ofrece esa garantía. Se puede considerar que esa persona en sí es un aval, pero sería técnicamente incorrecto, ya que obviamente un aval es un bien económico y no una persona.
Un aval, cabe decir, no siempre dependerá de otra persona. Muchos productos financieros o entidades aceptan otro tipo de avales suministrados por la misma persona que contrae la deuda. Por ejemplo, nuestro coche puede serlo, algo similar al sistema de Gedescoche. También lo puede ser una casa o, como en el caso de un alquiler, una cierta cantidad disponible.
Ejemplos
El ejemplo más sencillo de aval es cuando se refiere a préstamos bancarios. Por ejemplo, Juan pide un crédito de 5.000€. Juan es un joven de 20 años que trabaja a media jornada y necesita el dinero para un curso.
A pesar de que Juan vive con sus padres y no tiene muchos gastos, el banco decide que su sueldo es tan bajo que puede darse la tesitura de que no pueda asumir la deuda. En este caso, el banco solicita a Juan un aval, así que habla con Mónica, su madre, quien se ofrece a ser su avalista.
En el caso de que Juan no pudiese abonar la deuda, la misma pasaría a ser de Mónica en vez de de Juan. Por lo general, el banco también pedirá muestras de solvencia de Mónica.
Tipos
Como hemos dicho, los avales pueden ser de varios tipos. No todos son necesariamente un avalista que se ofrece a abonar la deuda en caso de impago. Hay muchos otros ejemplos:
- Personal: Este suele ser el caso más conocido y el ejemplo que hemos puesto anteriormente. Una persona, el avalista, se presenta como garantía de pago en caso de que la deuda no pueda ser pagada.
- Bancario: Este caso también es bastante popular, y es cuando un banco con el que tenemos un buen historial se presenta como avalista.
- Propiedad: En esta situación, el aval es un bien o propiedad que ponemos como garantía. Puede ser nuestro vehículo o un inmueble del que seamos propietarios, parecido a lo que sucede con las hipotecas inversas.
- Técnico: Este tipo no nos suele influir ya que se suele exigir en proyectos estatales, como concesiones de carreteras. Funciona como una garantía de que el proyecto se realizará.
¿Cuándo nos lo pueden pedir?
No es obligatorio, pero suele ser un requisito para muchísimas transacciones. El ejemplo más común es a la hora de pedir un préstamo, caso en el que el banco puede decidir pedir un aval. Otro caso muy común es cuando hablamos de alquileres, ya que muchas inmobiliarias solicitan un aval al inquilino. Prácticamente, cualquier prestador de servicio puede solicitar un aval, siempre y cuando se trate de una relación durante un tiempo. Por ejemplo, un banco o un casero pueden pedir un aval, porque esperan recibir un pago recurrente. La falta de garantías de que ese pago se cumpla puede asegurase de esta manera. Pero, por supuesto, no tiene sentido que un concesionario nos pida aval si vamos a pagar un vehiculo al contado.
Como decimos, pedir un préstamo no siempre requerirá un avalista. Aunque es más común en hipotecas que en préstamos personales, solo unos pocos hoy en día solicitan un avalista, y suele ser en casos de préstamos personales con ASNEF.
Qué hacer si no eres el avalado
Puede que no nos toque a nosotros pedirl, si no que hayamos llegado hasta aquí porque un familiar o amigo nos ha pedido el favor de actuar como su aval. En este caso, obvia mencionar que debemos confiar lo máximo posible en que el solicitante pueda ejecutar la deuda. Convertirnos en aval sabiendo que el solicitante no podrá pagar de antemano, no ayudará ni al solicitante ni a ti.
Siendo el aval de alguien, asume que no habrá manera de escapar de la deuda si el pagador original no puede hacerse cargo, a no ser que el contrato especifique que se puede cambiar el avalista. Tanto si has cambiado de opinión antes de que aparezcan problemas, o cuando los aparezcan, es una posibilidad.
No obstante, no solo necesitarás que en el contrato se admita un cambio de avalista, si no también, tendrás que buscar una persona que te sustituya. Por lo tanto, solo recomendamos hacer de avalista si creemos y confiamos en la persona a la que avalamos, más en lo económico que en lo personal. Ya sabéis: amigos o familiares y dinero no son buena combinación.